Recuerdos concisos, latentes - Año 1925 y siguientes
Señor: Tu siervo escucha, atiende su ruego suplicante. No te hagas el sordo, Jesús.
Meditar, reflexionar, pensar, -sinónimos que pueden ayudar; pero lo único vital es, amar. Hna. Tarsicio, Hermanita de los Pobres de Maiquetía.
Oh cardenal de mi selva !, en el álbum de la infancia, tú me enseñaste a pensar; con tus colores de fuego, me invitaste a volar.
Avecilla de la selva, me llenabas de ilusión; cuando posado en la rama, modulabas tu canción.
El colorido plumaje y ácido del leño en cruz, me dices que eres testigo del celo y amor de Jesús..
Vigilante la mirada a tu parcela y edén; si ves peligro o celada, repliegas alas, y tus garras, se concentran en tu bien. Hna. Tarsicio, hpm.
Oración de Sta. Gertrudis, que aprendida en mi hogar paterno, que recito diariamente, desde entonces, al despertar matinal: Oh amabilísimo Corazón de Jesús, este primer contacto del presente día, salido de lo íntimo del corazón, a vos lo dirijo, suplicando humildemente, que os dignéis dirigir las acciones de mi alma y de mi cuerpo; corrigiéndolas, purificándolas, uniéndolas a las vuestras, y ofreciéndolas en perfecta alabanza a vuestro Padre Celestial en supremo culto de adoración.
1925 – Mayo 24.-
Llegué al Hospital de San José – Maiquetía – procedente de mi tierra natal – Maracaibo – bajo la responsabilidad de una Hermanita de los Pobres, en hora de la mañana – 8 a 9. Me recibió la Hna. María Eustaquia Ochoa, y en seguida me condujo a una humilde Capillita. Recuerdo el impresionante gesto con que me tomó de la mano, y puestas de rodillas junto a la tumba de la inolvidable Madre Emilia Chapellín, fundadora de la Congregación a la cual ingresaba ese día, inolvidable para mí. Oramos juntas; ella, me encomendó a su santa fundadora y se dirigía al Sagrario pidiendo por mí. Luego me llevó a un pequeño comedor, que conversación !, cuanta veneración para con aquel Sepulcro, que guardaban los despojos de su madre espiritual !… Gracia grande para mí, que el Señor me pusiera en contacto con persona tan santa, e hija Nº 2, tan allegada al conocimiento íntimo de Madre Emilia, segunda hija, y a la vez 3er. miembro de la incipiente Congregación. Guardo con reverencia lo que aprendí de esta humilde religiosa en las breves horas que pasé junto a ella. A las 2 p.m. marchamos a tomar el tren, y a las pocas horas llegamos a la ciudad de Caracas. Mayo, 1925
Santa Madre de Dios, ruega por tu hija tan necesitada.
En follaje bienamada, que me cobija a tu sombra, ya en faena o en dolor, a noble altura fijar.
De todos fue comental, que el Nido mereció nombre, que a su apellido responde, con una entrega total.
Tempestades lo abaten… tiempo duro indefinido; la recia talla del Nido, nadie la pudo quebrar. Hna. Tarcisio, hpm